Enclavada en la montaña de Vallvidrera, esta casa abraza el paisaje de forma magistral. Sus tres plantas se despliegan con un propósito claro: vivir las vistas y la luz. La última planta, concebida como un mirador, se convierte en el corazón del hogar, donde el salón, el comedor y la cocina se funden en un único espacio lleno de armonía.
Desde aquí, la mirada se pierde entre dos horizontes: una terraza con piscina que invita al descanso y, al otro lado, la inmensidad del parque natural de Collserola, que parece colarse dentro de casa a través de grandes ventanales. Cada rincón respira amplitud y claridad, potenciando esa conexión íntima con el entorno.
Además, esta casa se presenta como un modelo de sensibilidad y accesibilidad. Aunque se desarrolla en altura, cada estancia ha sido diseñada pensando en la movilidad universal, con un ascensor que une todos los niveles y un diseño sin barreras.
La calidad de los espacios no solo reside en su diseño, sino también en su eficiencia constructiva, pensada para un confort duradero y sostenible. Es un lugar donde la arquitectura, la naturaleza y las emociones conviven en perfecta armonía.
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