El edificio se organiza a partir de los nuevos conceptos espaciales propuestos por el Concilio Vaticano II, según los cuales los feligreses deben rodear al oficiante para conseguir una mayor participación y el altar se convierte en un foco dinámico, la direccionalidad del espacio cristiano se multiplica y la cabecera es un fondo más flexible. Estas premisas proporcionan una forma radial que converge en un amplio ábside con tres concavidades destinadas al propio altar, a la consagración y a la comunión. La mejora acústica se consigue dividiendo el muro de acceso en tres curvas convexas que propician la dispersión sonora. La iluminación cenital sobre el ábside jerarquiza el espacio con la nave en penumbra y la eclosión lumínica en el altar.
La iglesia emerge del amplio complejo horizontal, que incluye centro parroquial, vivienda y otras dependencias, articulados mediante patios y galería que permiten un desarrollo organicista, amable y unitario. La estructura de muros de carga de hormigón y cubiertas de piezas tubulares, que el arquitecto utilizaría desde este momento, denotan un brutalismo de influencia lecorbusierana y determinan y singularizan su potente imagen exterior en el entorno.
PLANOS
FUENTE PLANOS: Arquitecto Patricia García Redondo
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